domingo, 7 de noviembre de 2010

LO QUE TENEMOS EN EL CORAZON...

Me siento un poco rara últimamente y es que siento que regresa de nuevo mi propia personalidad. No sé cómo explicarlo bien ya que había dejado de hacer lo que me gustaba y me estaba tornando demasiado amargada y aunque lo delicada no se me quita en muchísimas ocasiones, pero aquí estamos de nuevo con ánimos de hacer muchas cosas y sobre todo de entenderme con situaciones que me brinden conocimiento. Las personas que se llevan conmigo saben que me gusta bromear y molestar pero de repente todos me preguntaban si acaso algo me pasaba porque no me miraban bien o que estaba triste y no me parece correcto presentarme ante la gente que siempre nos está apoyando de esa manera.

Ahora me siento mucho más animada y espero que a partir de hoy comience a doblar mis rodillas de nuevo para orar y poder salir adelante. Pues bien, el tema de hoy como casi todos los que toco es una gran fumazón jajaja. Esta mañana estaba leyendo un poco acerca de las guerras apaches y cómo en Arizona los amerindios fueron golpeados y humillados e incluso ganando los “Americanos” fueron desterrados para beneficio de los mineros y los conquistadores. Vemos en repetidas ocasiones cómo, cuando se nos otorga un poder, siempre somos tentados a abusar de él y hacer daño a los demás porque somos seres humanos llenos de odio y de resentimiento.
¿Saben ustedes (Como se lo mencionaba a Laura) cuántas personas me discriminaron por años y cuántos siguen aún ahora ofendiéndome porque estoy con sobre peso? ¿Cuántas personas racistas he conocido que desprecian con groserías a otro ser humano? ¿Cuántas personas quieren pasar por encima de nosotros porque tienen dinero o porque son fresas e igual no tienen nada en la cabeza? Pues bien, como seres humanos nos sentimos inferiores si así lo deseamos ya que todos somos iguales a los ojos de Dios y debemos vernos unos a otros con respeto, e incluso, yo tengo un carácter fuerte, que como antes había mencionado, quién me hace la primera no me hace la segunda y debo cambiar esa actitud porque como cristiana esas cosas deben ser diferentes para dar un mejor ejemplo.

Mi madre me enseño que el respeto se gana, no se exige. Hay muchas personas que caminan en la calle a las que ni siquiera hemos determinado pero cuando nos damos tiempo de ser diferentes y de caminar en otro sendero veremos que aunque el camino se mire con demasiados obstáculos nos podremos levantar con las mejores fuerzas y hoy voy con todo de nuevo para que todo sea mejor.

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